Piotr descubrió la cantidad de dinero que su madre había acumulado a lo largo de los años
Alla Serguéievna despertó lentamente, su cabeza latiendo con un dolor punzante que no parecía querer ceder. Las fuerzas le faltaban, y una sensación de agotamiento profundo la envolvía. Oyó cómo los niños cerraban la puerta de la casa, usualmente ruidosos y desordenados, pero hoy todo parecía diferente, como si quisieran que nadie los escuchara. Cuando se incorporó, apoyada en los codos, miró por la ventana y vio las figuras de Piotr y Marina alejándose rápidamente hacia el bosque. A medida que se deslizaban entre los árboles, una sensación de terror crecía en el fondo de su pecho.
— ¡Marinochka! ¡Petiya! ¡Espera! —gritó, pero su voz apenas era un susurro.
Nadie respondió. Los dos desaparecieron entre el espeso follaje, y la quietud de la tarde pareció tragarse cualquier rastro de su presencia. Las lágrimas brotaron de sus ojos, resbalando por las arrugas de su rostro como la corriente de un río.
¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había permitido que su propio hijo la traicionara de esta manera? La pregunta rondaba en su mente mientras la oscuridad de la situación se cernía sobre ella. La mujer cerró los ojos por un momento, respirando con dificultad, pero al abrirlos nuevamente, no encontró consuelo en las respuestas.
Toda su vida había sido un ir y venir de dificultades. Piotr, su hijo, siempre había sido difícil, errante, buscando algo que nunca lograba encontrar. Tras años de viajes y trabajos que se desmoronaban tan rápido como llegaban, regresó a casa con su esposa Marina, sin nada más que promesas vacías y una esperanza que pronto se desvaneció.
Vanka, su nieto, vivió con ella desde que nació, y a pesar de las dificultades, ella lo amaba con todo su ser. Era su razón de ser, su fuente de alegría en medio de una vida llena de sacrificios. Había trabajado incansablemente, ahorrando cada rublo, construyendo una casa junto a su difunto esposo, todo con la esperanza de que un día su familia viviría mejor.
Pero entonces, un día, todo cambió. Piotr descubrió la cantidad de dinero que su madre había acumulado a lo largo de los años, y su actitud comenzó a transformarse. Se volvió codicioso, exigiendo dinero para “invertir”, mientras ignoraba las lecciones que ella había intentado enseñarle sobre el valor del trabajo y el esfuerzo.
— ¡Tienes que darme el dinero! —insistió Piotr, mientras Alla Serguéievna, cansada de las demandas de su hijo, le negaba rotundamente.
Lo que empezó como una conversación sobre dinero pronto se convirtió en un conflicto profundo. Piotr se enfureció, y sus palabras se volvieron cada vez más hirientes, acusando a su madre de egoísta y avara. Pero la verdad era que lo que él realmente quería no era el dinero, sino su poder sobre ella, su control sobre su vida.
Cuando Vanka regresó de la escuela y escuchó la discusión, intervino con firmeza, empujando a su padre fuera de la habitación y tratando de calmar a su abuela con un poco de valeriana. Aunque Alla Serguéievna sonrió débilmente, sabía que no quedaba mucho por hacer. Vanka se fue a estudiar a otra ciudad, prometiéndole que volvería por ella una vez que terminara.
Los días pasaron, y aunque las llamadas de Vanka seguían llegando, Alla Serguéievna se dio cuenta de que algo había cambiado. Ya no tenía fuerzas para seguir luchando. Piotr, su propio hijo, la había traicionado por dinero, por codicia.
Ahora, atada, en la oscuridad del bosque, una sensación fría y profunda la envolvía. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Por dinero? A lo largo de los años, había dado todo por su familia, pero al final, fue su propio hijo quien la dejó atrapada en la sombra de la traición.
Alla Serguéievna decidió que no lucharía más. Esperaría en silencio a que todo terminara. Porque, al final, el amor que le dio a su familia no había sido suficiente para salvarla de la traición.