«¡Nadie puede hacerte daño, no lo permitiré!» —dijo el valiente cachorro abrazando con fuerza a su hermanito…

Dos cachorros estaban uno al lado del otro: uno de color rojizo y que parecía más grande, y el otro negro y más frágil. El perrito rojizo actuaba como si fuera el tutor de su hermano, como si quisiera protegerlo a toda costa.

Cuando una monja los vio, sintió que no podía dejarlos solos. Llevó a los cachorros al convento, y todos los miembros de la comunidad religiosa estuvieron de acuerdo con su decisión.

Los perritos rápidamente se convirtieron en los favoritos de toda la comunidad del templo; su tierno apego y amor mutuo cautivó a todos.

En otra historia, un gato adulto se convirtió en mentor de un gatito que no tenía hermanos, como estos cachorros. Ejemplos así demuestran que en el mundo animal también existen sentimientos parecidos a los humanos: cuidado, apego e incluso miedo.

Afortunadamente, ahora todo va bien para los cachorros. Poco a poco se acostumbran a la vida segura en el convento, donde los alimentan, los acarician y nadie les hace daño.

Los dos hermanos siguen siendo inseparables: a menudo se abrazan y siempre se mueven juntos. El perrito rojizo conserva su peculiar costumbre: le gusta sentarse apoyado contra la pared, lo que a las monjas les recuerda la postura meditativa.

Así, estos adorables perritos encontraron el lugar perfecto para comenzar su nueva vida.