Le envié “te extraño” a mi novia pero lo mandé por error a mi exesposa, y al leer su respuesta… me puse a llorar.

Apenas un minuto después, antes de que pudiera borrar el mensaje, mi ex ya había respondido.

Siempre pensé que, después del divorcio, todo estaría bien. Mariana es mi exesposa. Se fue en silencio, y yo rápidamente empecé una nueva relación. Pero, irónicamente, mi novia actual tiene el mismo nombre que mi ex.

Sin embargo, sus personalidades son completamente opuestas. Mi exesposa es serena, reservada, con un carácter fuerte e independiente que a veces me hacía sentir de más dentro de mi propia casa. En cambio, mi novia actual es dulce, joven, habladora, risueña y sabe cómo hacerme sentir que quiero protegerla.

Ya habíamos hablado de casarnos, pero un incidente inesperado me dejó un tanto confundido.

Ese día, salí a cenar y pasear con mi novia. Después de llevarla a su casa, regresé a mi departamento, encendí la computadora y continué con algunos asuntos de trabajo. Mientras conversaba con un socio por Facebook, recordé que no le había mandado el mensaje habitual de buenas noches a Mariana.

Sin pensarlo mucho, escribí rápidamente la frase de siempre:

– Que duermas bien. Te extraño.

Lo envié por costumbre. Pero segundos después, sentí que el corazón me daba un vuelco. Ese mensaje… no había llegado a mi novia, sino a mi exesposa.

Me quedé mirando la pantalla. El nombre de mi ex estaba en la parte superior de la lista de chats, y su foto de perfil era una imagen con fondo gris, con la cabeza ligeramente inclinada y un aire de calma. Curiosamente, esa misma mañana mi novia también había cambiado su foto a una con tonos similares. En medio del estrés del trabajo, solo vi el nombre familiar sin fijarme en el apellido, miré por encima la foto y pulsé “enviar”.

Apareció el “visto”. Quería borrar todo, no solo el mensaje, sino también la sensación de vergüenza y la confusión que me subía por el pecho. Pero apenas un minuto después, antes de que pudiera borrarlo, mi ex contestó. Su respuesta fue muy tranquila:

– Sé que ese mensaje no era para mí, porque después de casarnos, nunca me enviaste algo así. Pero al leerlo, igual sentí un pinchazo en el corazón.

Me quedé helado. No solo por el error, sino porque esa frase “te extraño”, algo tan sencillo y hasta cursi, en los cuatro años que vivimos juntos, jamás se la dije ni por mensaje ni en persona.

Yo había culpado a Mariana de ser demasiado independiente, de no saber mostrar fragilidad ni pedir apoyo. Pero ahora me doy cuenta de que yo tampoco le dije nunca palabras amables ni le mostré interés. Entendí que ella fue fuerte porque no tenía en quién apoyarse; independiente porque no podía esperar nada de un compañero como yo. Resultó que el frío no era ella: era yo.

El teléfono volvió a vibrar. Era su segundo mensaje:

– No te guardo rencor. Si pudiera volver el tiempo atrás, igual me casaría contigo. En esta vida, nunca me he arrepentido de haberte elegido… porque tú me enseñaste lo que era amar.

Leí y releí esas líneas, sintiendo un dolor agudo en el pecho. No había reproches, no había resentimiento, solo una suavidad que dolía. Entre los escombros de lo que fue nuestra relación, ella todavía me guardaba un lugar bonito en su memoria. Y yo, hasta ese momento, no había comprendido que había perdido a una mujer increíblemente valiosa.

Tras pensarlo un momento, respondí:

– Gracias por haber sido la etapa más hermosa de mi juventud. Perdón por el mensaje equivocado y también por haberte lastimado. Espero que algún día encuentres a un hombre mejor que yo, y que seas muy feliz.

Después de ese mensaje, mi ex no volvió a contestar. Dejé el teléfono a un lado y me quedé sentado en silencio, reflexionando. Afuera, la ciudad ya estaba iluminada; la gente seguramente seguía ocupada en sus citas y nuevas historias de amor. Y yo, atrapado entre el presente y el recuerdo, entendí que hay cosas cuyo valor solo se aprecia cuando ya se han ido.

Sé que el pasado no se puede borrar, pero el presente es lo que vale la pena cuidar. Ya perdí una vez a alguien por mi indiferencia y mi inmadurez. Ahora, no deseo otra cosa más que aprender a valorar a quien tengo a mi lado, para no repetir los mismos errores.

Mi exesposa seguirá siendo una parte de mi memoria, no para lamentarme, sino para recordarme que debo ser mejor, por el presente, por la persona que ahora sostiene mi mano, y por un futuro que, esta vez, no dejaré escapar.