El hombre vestido como obrero de construcción llegó a la puerta de la villa, pero el guardia no lo dejó entrar. 30 minutos después, todos en la casa quedaron atónitos al descubrir que él era…
En una calurosa mañana de verano en Nueva Delhi, frente a una magnífica villa en la zona más acomodada de la ciudad, apareció un hombre vestido con un uniforme de obrero de construcción, cubierto de polvo de cemento. En la espalda llevaba una bolsa de tela gastada y en la mano sostenía un casco de obra.
Apenas dio un paso al frente, dos guardias vestidos de negro lo detuvieron de inmediato.
—¡Váyase a otro sitio! ¡Aquí no contratamos albañiles!
El hombre no dijo nada, simplemente sacó un papel arrugado del bolsillo y lo mostró. Uno de los guardias se lo arrancó de la mano, le echó un vistazo y luego sonrió con desprecio, lo arrugó aún más y lo tiró al suelo.
—¿Quiere ver al Sahib con esto? ¡Lárguese!
El hombre se quedó quieto, con la mirada fija en la pesada puerta de hierro frente a él, como esperando a alguien. Lo empujaron hacia un lado de la calle, pero él solo asintió levemente y susurró:
—Volveré. En 30 minutos.
Media hora después, dentro de la villa se celebraba la fiesta por el 70 cumpleaños del señor Rajendra Malhotra, presidente del Malhotra Group, un famoso imperio inmobiliario en toda la India. Estaban presentes todos los miembros de la familia: hijos, nietos, yernos, nueras, amigos cercanos y periodistas.
El señor Rajendra estaba leyendo un discurso cuando el mayordomo entró apresuradamente, se inclinó hacia su oído y le susurró algo. Apenas unos segundos después, su rostro palideció, sus manos comenzaron a temblar y su voz se volvió vacilante:
—¿Dónde está…?
Nadie entendía qué estaba pasando. El señor Rajendra dejó todo y caminó rápidamente hacia la puerta, bajo las miradas atónitas de toda su familia.
—¿Todavía me reconoces? —dijo el hombre con voz baja y fría.
El señor Rajendra respiraba agitadamente, sin responder. El hombre sacó lentamente una libreta vieja de su bolsillo, la abrió en una página y la mostró. En la página había una mancha de sangre seca y una frase garabateada: “La traición es el peor crimen en la vida”, junto con un nombre: Rajendra Malhotra.
El hombre bajó la voz:
—Hace treinta años, me empujaste desde un andamio para robarme la obra y a mi prometida. Pensaste que estaba muerto. Pero estoy vivo… y hoy he vuelto, no para pedir dinero.
El señor Rajendra cayó de rodillas, con los labios temblorosos, pronunciando un nombre que su familia había prohibido mencionar durante tres décadas:
—Es… Ramesh… ¡Mi hermano menor…!
Toda la mansión quedó en shock. El hombre que había sido declarado “muerto en un accidente de construcción”, el hermano menor desaparecido que toda la familia intentó borrar del árbol genealógico… era el mismo obrero que esa mañana fue echado de la puerta de la villa.
El señor Ramesh dio unos pasos hacia atrás, señalando el coche estacionado fuera de la puerta:
—No he venido solo. Vengo a anunciar el testamento de nuestra madre biológica antes de que falleciera. Ella fue quien me escondió en secreto, y ahora ha llegado el momento de recuperar lo que me pertenece.
Esa noche, las noticias financieras sacudieron a la nación: Malhotra Group detuvo oficialmente todas sus operaciones debido a una disputa por los derechos de herencia. El testamento secreto de la anciana —madre biológica del señor Rajendra— fue revelado, confirmando que el heredero legal no era Rajendra… sino el hermano menor al que había intentado destruir años atrás.
El señor Ramesh —el albañil que fue echado de la puerta de la villa— se dio la vuelta y se marchó, dejando tras de sí las miradas atónitas de todos aquellos que alguna vez creyeron ser los “legítimos”.