El bombero rescató a un niño huérfano de un incendio y se sorprendió al descubrir la verdadera identidad del niño…

En una tarde de invierno, el humo se elevaba en espiral desde la precaria casa de cuatro niveles como una nube furiosa. La gente se apresuró, gritando y llamando, pero el fuego ya era demasiado grande. En medio del crepitar de las llamas, un niño de unos siete años, acurrucado en un rincón oscuro como un pequeño gatito que ha perdido a su madre, gritaba y lloraba.

Cuando llegaron los bomberos, todos pensaron que el niño no tenía ninguna posibilidad. Pero un hombre del equipo, sin esperar órdenes, desafió el humo y el fuego y se precipitó como una polilla hacia una llama. Salió corriendo con el niño en brazos en medio de aplausos, suspiros de alivio y miradas de asombro. El oficial de policía no dijo nada, simplemente le entregó al niño al personal médico y se dio la vuelta. Detrás de él, el niño se aferró a la mano de la enfermera y le preguntó en voz baja:

—¿Cómo se llama él?

—Solo conocemos su número de identificación: 17-03.

A partir de ese momento, la gente comenzó a llamar al niño “el pequeño de 17-03”.

Esa noche, el centro de acogida de huérfanos dio la bienvenida al niño. Delgado, reservado, con la mirada siempre como si buscara algo en el vasto espacio que tenía delante.

El archivo del niño solo contenía un certificado de nacimiento con una esquina quemada. No había información sobre la madre. La sección del nombre del padre estaba borrosa, solo se podían leer unas pocas palabras…

El personal del centro negó con la cabeza, guardó el documento en el archivo y lo etiquetó como “padres desconocidos”.

Mientras tanto, el niño salía religiosamente todas las noches para sentarse en el porche del centro, mirando al cielo.

Dos años después.

El centro recibió financiación para ser reconstruido. Un equipo de policías llegó para ayudar en la labor voluntaria: instalar electricidad, reparar tuberías de agua, reconstruir aulas.

El chico no prestaba atención al ruidoso grupo. Hasta que escuchó una voz muy familiar resonando en el patio:

—¡Estos cables eléctricos no deben mojarse! ¿Quién fue tan descuidado?

Él levantó la cabeza de golpe.

El hombre estaba de espaldas a él, con el uniforme de policía, y su voz era exactamente la misma que la de aquella noche en la que el cielo se tiñó de rojo por el fuego.

El corazón del chico latía con fuerza. Corrió hacia el centro del patio, se aferró a la mano del hombre, temblando…

—¿Señor, usted es el 17-03, verdad? —preguntó el chico, con voz temblorosa.

El hombre se dio la vuelta. Sus ojos se llenaron de asombro y luego se suavizaron. Se arrodilló, acariciando suavemente el cabello del niño.

—¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi número de placa?

Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas del chico. Se secó la cara con la manga, tratando de pronunciar cada palabra con claridad:

—Soy… soy el niño que salvó. El pequeño del 17-03…

El rostro del bombero palideció de repente. Sus ojos miraron al niño como si estuviera uniendo los recuerdos. Estaba atónito, tratando de recordar la imagen de un niño delgado y asustado en el incendio de hace años. Pero el niño que tenía delante era más alto, sus ojos ya no reflejaban desesperación, sino que tenían un poco de esperanza, un destello de luz.

—Señor… ¿lo recuerda? Mi archivo… tiene un certificado de nacimiento con una esquina quemada, el nombre de mi padre está borroso…

Dijo el chico, con la voz ahogada. El bombero se cubrió la boca con la mano, tratando de contener sus emociones. Recordó una imagen borrosa: su nombre, Mateo Pérez, en un viejo certificado de nacimiento, con la esquina del papel quemada. Recordó a la mujer que amaba con todo su corazón, pero que desapareció después de un incendio.

Apretó la mano del niño y susurró:

—Así que… así que tú eres mi hijo…

Las lágrimas también comenzaron a rodar por sus mejillas. Los dos hombres, uno grande y uno pequeño, se abrazaron en el patio del centro. El ruido a su alrededor pareció desvanecerse. La cortina de misterio finalmente se levantó. El niño huérfano había encontrado una familia, y el padre bombero había recuperado a su hijo después de creer que lo había perdido todo.

Se encontraron. Y esta vez, no volverán a perderse el uno al otro.