Durante una patrulla, noté un ataúd blanco en medio de la carretera: llamé pidiendo refuerzos, lo abrí lentamente… y vi esto dentro.

Durante mi patrullaje matutino en la autopista, noté algo extraño. La carretera, vacía y recta, se extendía por muchos kilómetros, y de repente — justo en medio del asfalto, en el carril derecho — había un ataúd blanco.

Al principio pensé que era una broma macabra. Decenas de preguntas cruzaron por mi mente: ¿quién pudo haberlo dejado allí?, ¿de dónde venía?, ¿y qué había dentro?

Al principio incluso parecía un gran contenedor de plástico. Pero cuanto más me acercaba, más claros se volvían sus contornos. Era un ataúd. Blanco, lacado, con asas de metal.

Frené de golpe, encendí las luces intermitentes y me detuve a unos metros. El corazón me latía con fuerza, sin control.

— “Base, aquí unidad 12. Tengo… un hallazgo extraño. Hay un ataúd en medio de la carretera. Repito: un ataúd. Solicito refuerzos.”

— “12, recibido. ¿Estás seguro? ¿Podría ser solo un envío caído?” — la voz del operador sonaba confundida.

— “Parece demasiado… fuera de lugar. No hay nada cerca, ni vehículos alrededor. Espero a los compañeros.”

Salí del coche, me acerqué al ataúd y lo examiné detenidamente. Casi no había rastros alrededor, solo unas líneas débiles, como si lo hubieran arrastrado o se hubiera deslizado desde algún vehículo.

Aproximadamente cinco minutos después, vi las luces intermitentes del coche patrulla que se acercaba. El vehículo se detuvo a unos metros, y bajaron dos oficiales.

— “¿Qué demonios tenemos aquí?” — murmuró uno de ellos, entrecerrando los ojos mientras inspeccionaba el hallazgo.

— “Estaba justo en medio de la carretera, como si alguien lo hubiera colocado a propósito,” — respondí.

El otro oficial rodeó el ataúd y golpeó la tapa con los nudillos.

— “Pesado… Pero algo me dice que hay algo dentro.”

Nos miramos entre nosotros. Normalmente, documentarías el hallazgo y esperarías al equipo forense. Pero algo nos impulsó a abrirlo de inmediato.

— “Con cuidado,” — dijo mi compañero.

Me acerqué por el otro lado, puse la mano sobre la tapa. El mecanismo estaba duro, las bisagras crujieron. La levanté lentamente.
Y al ver lo que había dentro, di un paso atrás, horrorizado.

Continúa en el primer comentario:

Dentro no había telas ni coronas. Solo hileras de bolsas de basura negras, perfectamente apiladas. Una de ellas estaba rasgada, y un polvo blanco se derramaba fuera.

— “No puede ser…” — murmuró mi compañero. — “Vaya hallazgo.”

— “Parece que descubrimos una operación en grande,” — dije, sacando la cámara para documentar la evidencia.

Más tarde supimos que un grupo criminal, bajo la fachada de una funeraria, transportaba sustancias ilegales en ataúdes para no levantar sospechas.

Ese día, su furgoneta había tenido un accidente cerca. Parte de la carga fue evacuada rápidamente, pero este ataúd cayó sobre la carretera y nadie logró recuperarlo a tiempo.

Este extraño descubrimiento fue el inicio de una gran investigación.