Con el estómago vacío y el corazón roto, me corrieron de su casa. 5 años después, regresé a esa misma puerta, pero esta vez, con una sorpresa que nadie esperaba. El agradecimiento no siempre es para los que te ayudan.
Ese año, pedaleé 50 kilómetros al mediodía bajo un sol abrasador, con el estómago vacío y las piernas agotadas. Solo esperaba poder pedir prestado unos…