Al Empacar la Maleta de su Marido para un Viaje de Negocios, Descubrió una Prenda Íntima de Encaje Rojo… /btv2
Como en cada viaje, Isabel empacaba cuidadosamente la maleta de su marido. Doblaba cada camisa a la perfección, colocaba sus calcetines en pares ordenados y alisaba cada arruga.
Pero cuando metió la mano en la parte trasera del armario para coger su pijama, su mano se detuvo. Allí estaba, escondida entre capas de ropa: una braga de encaje rojo. Fina. Atrevida. Inconfundiblemente no suya. Y claramente no un error.
No hubo gritos. No hubo acusaciones. Ella simplemente esbozó una sonrisa fría. Luego, en silencio, abrió un cajón, sacó una pequeña botella de aceite de menta extrafuerte —la misma que una vez usó para ahuyentar ratas— y lo frotó suavemente sobre la tela de encaje.
Su marido, Diego, tenía una alergia severa al aceite de menta. Cada vez que entraba en contacto con él, su piel se cubría de dolorosas erupciones y una picazón insoportable. Dos días después. Justo después de comer, su teléfono no dejaba de sonar.
En el momento en que contestó, la voz de Diego, presa del pánico, estalló al otro lado de la línea: “¡Isabel! ¡Por favor, ayúdame! No te enojes, ¡no cuelgues! Estoy… estoy cubierto de erupciones, me arde como el infierno… Acabo de probarme la ropa interior, ¡nada más pasó, lo juro! Pero ahora está todo rojo y con ampollas, tuve que ir al hospital. El doctor preguntó de dónde la saqué, ni siquiera pude responder. ¡Por favor… perdóname!” Isabel hizo una pausa por un momento.
Luego respondió con calma: “¿Ah, sí? Pero, cariño… ¿acaso no fue esa ropa interior algo que tú empacaste en la maleta? ¿Por qué me llamas a mí por eso?” Al otro lado de la línea, Diego se quedó en silencio. Isabel sonrió suavemente y luego terminó la llamada. Sin gritos. Sin drama. Porque a veces, el silencio es la bofetada más ruidosa.