En seis meses, tuve un hijo, perdí una pierna y luché contra el cáncer

Hace seis meses, estaba ocupada organizando una habitación para el bebé, dudando si elegir pañales reutilizables o desechables, cuando la vida me sorprendió de repente, no una, sino dos veces.

Comenzó con un dolor vago en mi muslo.

Al principio lo descarté como un efecto secundario raro del embarazo, tal vez un nervio torcido, pero rápidamente el dolor se intensificó.

Seguí adelante por mi hija Liora, soñando con atesorar cada momento con ella: el olor de un recién nacido, sus pequeños dedos envolviéndose alrededor de los míos.

Pero el dolor se volvió tan fuerte que ya no podía cargarla por la mañana.

Finalmente, me hice una radiografía.

 

Nunca olvidaré la expresión del médico: tenía cáncer agresivo y raro. Apenas había tenido a mi hija, Liora, y ya enfrentaba quimioterapia, náuseas constantes y, finalmente, la amputación de mi pierna.

No podía sostener a mi bebé ni usar el vestido para su fiesta. Pero seguía viva.

Tres semanas después, cuando empezaba fisioterapia, encontré en mi expediente un informe alarmante: “bulto sospechoso en el pulmón derecho.” El miedo me paralizó. ¿Se había extendido el cáncer?

El doctor confirmó que era algo que aún debían analizar. Mientras esperaba, Liora era mi ancla: su risa, su cercanía. Conocí a Saoirse, otra mujer con una amputación, que me enseñó a caminar de nuevo, y a no perder la esperanza.

Finalmente, llegaron buenas noticias: el bulto no era maligno. Lloré de alivio.

Desde entonces, cada paso con mi prótesis es una conquista. Logré alzar a Liora de nuevo, y celebramos con una pequeña “fiesta de victoria.” Rodeada de seres queridos, entendí que aún en medio del dolor, la vida sigue ofreciendo razones para sonreír.

Mi historia es una prueba de que, aunque la vida nos quiebre, podemos reconstruirnos. Si necesitas esperanza, aquí estoy para decirte: se puede