El novio llevó a su prometida embarazada de excursión a la taiga… y la abandonó en el bosque. Lo que sucedió después…

Taya tardó mucho en arreglarse, dando vueltas frente al espejo y examinándose con detalle. ¡Hoy era un gran día! Serguéi la había invitado a un restaurante muy caro, probablemente para proponerle matrimonio. Ella también tenía una sorpresa: el día anterior había descubierto una noticia asombrosa: ¡estaba embarazada de dos meses! Estaba convencida de que él estaría feliz.

La muchacha ya soñaba con la boda, con un vestido hermoso y con su amado a su lado. Finalmente, la suerte parecía sonreírle, incluso siendo huérfana y criada en un orfanato. Apenas había conseguido trabajo como mesera en una pizzería cuando aquel chico comenzó a cortejarla: rico, inteligente, galante, le regalaba ramos y recitaba poemas de Yesenin. Ella se enamoró al instante, colgada de sus palabras como embrujada. Lo único que la inquietaba era que Serguéi no tenía prisa por presentarla a sus padres ni a sus amigos: siempre se veían a escondidas. Él repetía que estaba demasiado ocupado, con mucho trabajo…

¡Pero todo se torció! Apenas él escuchó sobre el embarazo, cambió por completo y empezó a gritar:

—«¿Qué estabas pensando? ¿Niños ahora? ¡Tengo un contrato con España en juego! No te preocupes, yo lo arreglo: te daré dinero, irás a un médico de confianza y en una semana se resuelve todo» —dijo cortante.

Taya rompió en llanto:

—«¡Serguéi, qué dices! No puedo matar al bebé, ya está vivo y siente todo. ¡Pensé que me amabas y estarías feliz! Pues que lo sepas: ¡voy a tener a este hijo!» —gritó y salió corriendo bajo la lluvia hacia su dormitorio.

Serguéi estaba furioso. ¡Qué tonta huérfana! Nunca pensó en algo serio con ella, solo se dejó llevar por la aventura. En realidad ya tenía un compromiso ventajoso con Anna, la hija de un embajador, y su viaje a España dependía de ese matrimonio. ¿Y si esta chica contaba todo? Entonces vio un anuncio en el periódico: «¡Excursión a Siberia! Romance, canciones junto al fuego, belleza de la taiga. ¡Un fin de semana inolvidable!» «¡Es mi oportunidad!», pensó.

Al día siguiente la llamó fingiendo dulzura:
—«Taya, mi amor, me equivoqué. Hagamos las paces. Te propongo un viaje este fin de semana, una excursión romántica a la taiga.»

La chica casi gritó de alegría. «¡Sabía que me amaba!» pensó, y aceptó enseguida.

La taiga la deslumbró: cedros enormes, aire puro, frutos silvestres. Caminaba pegada al guía, maravillada. La excursión terminaba, solo faltaba un día. Durmieron en cabañas de madera junto a una aldea. Serguéi estaba nervioso: debía actuar.

De noche, despertó a Taya y fingió desesperación:
—«¡Perdí mis documentos! Acompáñame a buscarlos, no puedo viajar sin ellos.»

Ella dudó:
—«Mañana lo vemos con el guía, ahora es de noche…»

Él insistió hasta convencerla. La ingenua aceptó y caminaron largo rato. Exhausta, Taya se detuvo:
—«¡Basta Serguéi, no puedo más! No hay nada aquí, volvamos.»

Él sonrió con maldad y murmuró:
—«¡Que te pierdas para siempre, idiota, te odio!» —y la golpeó con un tronco.

La arrastró lejos del sendero, la ató a un árbol y la amordazó. Después volvió al campamento fingiendo que ella se había marchado.

Al día siguiente, Taya despertó atada, con el rostro hinchado por las picaduras de mosquitos. Frente a ella brillaban los ojos de un lobo que se acercaba. Cerró los ojos resignada… cuando sonaron disparos. El animal huyó.

Un hombre corpulento con ropa de camuflaje apareció:
—«¡Dios mío! ¿Quién te hizo esto?» —exclamó, liberándola. Era Mijaíl, un guardabosques. La llevó a su cabaña y la cuidó durante semanas, hasta salvarle la vida.

Ella, entre lágrimas, le contó su historia. El hombre la escuchó en silencio y finalmente dijo:
—«Quédate conmigo si quieres. Criaré a tu hijo como mío.»

Taya aceptó. Con el tiempo nació Yaroslav, y juntos formaron una familia feliz en la taiga.

Pasaron dieciocho años. Yarik creció fuerte, buen estudiante, y quería ir a la universidad en Moscú. Taya lo acompañó a la capital. Allí, entre la multitud del metro, se cruzó con un mendigo andrajoso que de pronto gritó:
—«¿Taya? ¿Eres tú? ¡Soy yo, Serguéi!»

El corazón de la mujer se heló. El hombre, sucio y envejecido, miraba a Yarik y exclamó:
—«¡Es mi hijo, igual a mí de joven!»

Taya lo enfrentó:
—«Sí, eres su padre biológico. Pero tú intentaste matarnos en la taiga. Este muchacho sobrevivió gracias a Mijaíl, quien lo crió y lo hizo un hombre. Para Yarik, el único padre es él.»

El joven miró con desprecio al mendigo:
—«¡Eres un monstruo! No te acerques a nosotros. Mi padre es Mijaíl, un hombre honorable. Tú eres nada, un extraño.»

Yaroslav abrazó a su madre y se marcharon. Serguéi quedó solo, consciente al fin de su vileza. Murmuró entre lágrimas:
—«Perdóname, hijo…»

Taya y su hijo regresaron a la taiga. Al verlos llegar, Mijaíl los abrazó con fuerza. Ella le susurró al oído:
—«¡Cuánto te amo, Mishenka! Estamos en casa, donde pertenecemos.»

Y mientras compartían té con mermelada de arándanos en su cabaña, supieron que, pese a todo el dolor del pasado, habían construido una familia verdadera, unida y feliz.