HOSPITALIZADA POR CÁNCER, DESCUBRIÓ QUE SU ESPOSO LA ENGAÑABA… LO QUE HIZO DESPUÉS DEJÓ ATÓNITAS A LAS ENFERMERAS
Clarisa estaba hospitalizada por cáncer cuando descubrió que su esposo, con quien llevaba años, la estaba engañando —a través de mensajes en su celular—. Pero no se dejó vencer. Lo que hizo después dejó sin palabras a las enfermeras.
Clarisa fue ingresada solo unos días después de que su condición empeorara repentinamente por el cáncer. Su cuerpo ya no respondía como antes, y cada movimiento le costaba mucho. Aun así, se esforzó por mantener la mente clara y seguir cada paso de su tratamiento.
Las enfermeras Liza y Maribelle, que se turnaban en los turnos, la cuidaban como si fuera parte de la familia. Liza, la enérgica, siempre acomodaba las almohadas y revisaba los aparatos médicos. Maribelle, paciente y calmada, explicaba cada procedimiento detalladamente.
A pesar de su voz débil, Clarisa agradecía siempre desde el fondo del corazón:
—No tienen idea de lo mucho que me han ayudado —decía, mirándolas como si ya fueran parte de su vida.
Cada día venía Renato, su esposo de 42 años, trayendo flores frescas, intentos de hacerla reír y comida que casi no comía. Para quienes no conocían su historia, era el esposo ideal.
Pero Liza y Maribelle, que pasaban largas horas en su habitación, notaban otra actitud en él. Cuando pensaba que Clarisa dormía, Renato suspiraba profundamente, jugaba con su celular o miraba el reloj como si contara los minutos para marcharse.
Ella notaba estas actitudes, pero elegía callar.
—Gracias por venir aunque no tenías que hacerlo —le decía, mientras él sonreía como si nada fallara.
Una madrugada tranquila, Clarisa despertó incómoda y vio a Renato dormido en una silla junto a la cama.
La habitación estaba en penumbra y solo se oía una leve vibración de un celular que rompía el silencio.
Vio su teléfono apoyado en el respaldo de la silla. Observó a Renato profundamente dormido y, aunque le costaba, alcanzó su mano. En la pantalla se veían mensajes de alguien llamada Verónica.
Los leyó con el corazón latiendo con fuerza:
“Muy pronto todo será nuestro. Cuando ella se vaya, no quedará nada para nadie.”
“Todo el dinero y las propiedades serán para mí. Luego desapareceremos juntos.”
El estómago de Clarisa se encogió al dar cuenta de que ese dolor que sentía ya no era el más atroz de su vida.
Por un momento pensó en despertarlo y confrontarlo de inmediato. Pero respiró profundo, devolvió el celular a su lugar y fingió dormir.
Pasó el resto de la noche en vela, repitiendo en su mente cada palabra leída.
Recordó las veces que creyó en las expresiones de afecto de Renato, que ahora le resultaban dolorosamente vacías.
—Si este era su plan, le demostraré que no soy tan débil como cree —susurró en el silencio helado de la habitación.