Al abrirla, todos salieron corriendo en pánico…

Una mañana brumosa, los pescadores de la aldea de Cabo de Arena descubrieron el cuerpo de una joven que había sido arrastrada a la orilla. Su largo cabello estaba enredado, su rostro pálido, y no tenía ningún documento de identidad. Nadie en el pueblo sabía quién era ni de dónde venía.

Solo veían su vestido blanco empapado y sus pequeños pies fríos.

Los aldeanos se reunieron en la playa. Alguien trajo una estera para cubrirla, otro llamó a las autoridades locales, y algunas mujeres lloraban de lástima. La chica era demasiado joven, parecía de poco más de veinte años. Un grupo de jóvenes se ofreció a llevarla a la casa comunal para organizar el funeral.

Pero justo en el momento en que una mujer se preparaba para cerrarle los ojos, su mano accidentalmente tocó una pequeña bolsa cosida a un lado de su cadera, oculta bajo la gruesa tela del vestido.

José, un aldeano, la abrió con curiosidad para ver qué había dentro.

En cuanto se abrió la bolsa, todos los que estaban alrededor se pusieron pálidos. Una anciana gritó y se desmayó. El resto de la multitud se pisoteó entre sí, huyendo en pánico como abejas de un panal.

Dentro de la bolsa había…

Un mechón de cabello humano atado cuidadosamente con un hilo rojo, un peine de madera agrietado, y, lo más sorprendente, un pequeño trozo de tela que envolvía un amuleto cubierto de sangre fresca.

Eso no fue todo. Cuando la luz del sol se posó sobre el cuerpo de la chica, en su espalda comenzaron a aparecer letras garabateadas, como si hubieran sido grabadas con un cuchillo, brillando bajo su piel: “El que me toque… tomará mi destino.”

El rumor se extendió rápidamente por todo el pueblo: La chica no se había ahogado, sino que había sido “expulsada” de una tierra mística en medio del mar, donde la leyenda cuenta que sellan a los que están malditos.

Algunos dijeron que la habían visto en sus sueños varias noches antes. Otros afirmaron que era un “sustituto” para un ritual del que una aldea vecina tenía prohibido hablar.
La policía se involucró, pero solo unas horas después, el cuerpo de la chica desapareció sin dejar rastro. Incluso las huellas que había dejado en la arena se borraron por completo, como si nunca hubieran existido.

Hasta el día de hoy, nadie en el pueblo de Cabo de Arena se atreve a ir a la playa en esa misma hora de la mañana. Especialmente aquellos que tocaron la bolsa… todos han experimentado cosas extrañas, sueños recurrentes, y cada noche de luna llena, escuchan un susurro en sus oídos: “Ahora eres tú… Ahora eres tú…”