—Papá, hoy vi a mamá en la escuela. Me dijo que ya no fuera más a casa contigo. /btv1

Al día siguiente, fui a recoger a mi hijo más temprano… y lo que vi me dejó en shock.

Soy Raj, viudo desde hace tres años. Mi esposa, Anjali, falleció en un trágico accidente de tráfico, dejándome solo con nuestro hijo Aarav, que acaba de cumplir seis años.

Desde el día en que Anjali nos dejó, he criado a Aarav solo, siendo tanto padre como madre. La vida no ha sido fácil, pero la sonrisa inocente de Aarav es la única fuerza que me ha mantenido en pie.

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Como siempre, ese día dejé a Aarav en su jardín de infancia y lo recogí por la tarde. En el camino de regreso, se aferró a mí con fuerza mientras íbamos en el scooter. Al llegar a casa, de repente señaló la foto de Anjali colgada en la sala y dijo, con una voz demasiado seria para su edad:

—Papá, vi a mamá en la puerta de la escuela hoy. Me dijo que no volvería contigo a casa.

Me congelé.

El corazón se me encogió en el pecho. Quise pensar que era solo su imaginación, fruto de cuánto la extraña. Le despeiné el cabello con una sonrisa forzada:

—Mamá está en el cielo, cariño. Seguro la viste en un sueño.

Pero algo en los ojos de Aarav —tan claros, tan sinceros— me inquietó. No parecía estar mintiendo.

Esa noche no pude dormir. La cara de Anjali se aparecía una y otra vez en mi mente —su ternura, su fuerza, cómo siempre ponía a Aarav por delante de todo.

Sus palabras me perseguían. Al día siguiente, pedí medio día libre y llegué temprano a la escuela para verlo con mis propios ojos.

Esperé en silencio cerca de la entrada, entre otros padres. Aarav estaba dentro, feliz, jugando con sus compañeros.

Y entonces la vi.

Una mujer se acercó a la entrada. Llevaba un salwar kameez blanco, su largo cabello negro ondeaba suavemente con el viento. Su figura delgada, su forma de caminar… todo era un reflejo exacto de Anjali.

El corazón me latía con fuerza.

Ella se quedó de pie, observando a Aarav con unos ojos llenos de ternura… y tristeza.

Me acerqué, queriendo ver mejor su rostro, pero llevaba mascarilla. Solo sus ojos eran visibles —unos ojos que me resultaban dolorosamente familiares.

La llamé:

—¿Anjali?

Se giró bruscamente. Por un instante, nuestras miradas se cruzaron —y lo supe. Esos ojos… los había visto miles de veces antes.

Pero antes de que pudiera decir una palabra más, se dio la vuelta rápidamente y caminó con paso apurado hacia la calle. Justo en ese momento, un autobús pasó entre nosotros. Corrí para alcanzarla, pero cuando el bus se alejó, ella ya no estaba.

Me quedé allí, en shock, con la mente dando vueltas.
¿Realmente era ella? ¿O alguien que simplemente se parecía?

Al llegar a casa, volví a preguntarle a Aarav por la mujer que había visto. Él dijo:

—Estaba parada en la puerta de la escuela. Me saludó con la mano y dijo: “Solo quería verte, pero no puedo quedarme.”

Sus palabras me helaron la sangre.

Revisé viejos documentos, informes policiales, registros del hospital… Todo confirmaba que Anjali había muerto en el lugar del accidente. No había duda.

¿Entonces por qué Aarav la había visto? ¿Y quién era la mujer en la escuela?

Necesitaba respuestas. Volví a la escuela y pedí revisar las grabaciones de seguridad.

Y allí estaba —en video.

Una mujer parada en la puerta, mirando a Aarav desde lejos. La cámara no captaba su rostro completo por la mascarilla, pero su lenguaje corporal, su postura… todo me hizo temblar.

Contacté a un amigo en la policía local y le pedí ayuda para identificarla.

Unos días después, me llamó. Su voz era cautelosa:

—Raj… su nombre es Meera. Es prima de Anjali. Acaba de volver a la India después de muchos años viviendo en el extranjero.

El corazón me dio un vuelco.

Contacté a Meera y le pedí que nos reuniéramos.

Cuando finalmente nos vimos cara a cara, rompió en llanto.
Lo confesó todo.

Ella y Anjali habían sido muy unidas durante la infancia. Después de la muerte de Anjali, Meera quedó destrozada. No pudo soportar la pérdida y se fue al extranjero para escapar del dolor.

Ahora que estaba de vuelta en India, no pudo resistirse a la necesidad de ver a Aarav —el niño que su querida prima había amado tanto. Pero tenía miedo. Miedo de enfrentarse a mí. Miedo de causar más dolor. Así que se mantuvo en las sombras, esperando verlo desde lejos.

Lo que no esperaba… era que Aarav la confundiera con su madre.

Me quedé en silencio. Parte de mí estaba conmocionada, pero otra parte sintió una extraña paz. Meera no era Anjali —pero en su presencia, algo de Anjali seguía vivo.

La invité a visitarnos.

Aarav estaba encantado de volver a verla. Corrió hacia sus brazos con alegría.